Yolanda Díaz proviene de la escuela de Izquierda Unida donde, a decir de sus dirigentes: “todos los días tienes que matar (políticamente) a alguien para mantenerte a flote”. Una escuela donde los líderes han tenido que pasar por todo tipo de obstáculos y querellas personales para llegar a tocar el poder en la organización. Bien los sabían Gerardo Iglesias, Julio Anguita, Francisco Frutos, Gaspar Llamazares, Cayo Lara y ahora Alberto Garzón, todos ellos coordinadores de la formación a lo largo de su historia.
Todo ello lo ha vivido y mamado Yolanda Díaz en su Galicia natal, tanto a nivel político como familiar. A lo largo de su vida política participó en todo tipo de estrategias y de coaliciones para mantenerse a flote, como Alternativa Galega de Esqueda o En Marea, organización a la que enseguida abandonó a su suerte para engancharse finalmente a Pablo iglesias a quien convenció de su idoneidad dejando de militar también en Esquerda Unida de la que había sido su coordinadora general hasta junio de 2017 después de haberse presentado a las elecciones generales de 2015 con En Marea a pesar de la oposición de los militantes de su partido. Luego, nada más llegar al Congreso dejó tirados a los de En marea para aliarse con Podemos.
Con Yolanda Díaz, Izquierda Unida y el PCE lograron lo que ninguno de sus anteriores dirigentes históricos habían tratado de hacer y no pudieron conseguir, que el PSOE les aceptara como socios de gobierno. Más de cuarenta años apoyando a los socialistas nunca tuvieron la recompensa de que les concedieran al menos un Ministerio. Con Yolanda lograron nada menos que el de Trabajo y posteriormente la Vicepresidencia.
Se comprende así la celeridad y los aplausos del coordinador general de IU, Alberto Garzón –que por otra parte ha tenido que ceder ante la nueva líder- y del secretario general del PCE, Enrique Santiago, a los planes de Sumar que no son otros que lograr que el PSOE les mantenga como socios preferentes que ha sido el sueño histórico de Izquierda Unida y el PCE.