Se está produciendo un movimiento tectónico de los periodistas que ven cómo se les hunde la coartada bajo los pies a medida que se acercan las elecciones.
Es tradición, entroncada en la más castiza de las costumbres literarias, vivir del sobre sueldo de la adulación a los poderosos, y aunque en tiempos de la Duquesa de Alba se acuñó la frase: “que entren y que les den de comer” cuando se anunciaba que habían llegado los gacetilleros al Palacio de Liria, hoy se ha simplificado el método de cobro por los servicios al poder.
He visto y vivido varios cambios de ciclo y en todos ellos la euforia de los entusiastas sin fronteras, hoy llamados contertulios o conductores de programas que repiten como papagayos las mismas consignas que los políticos, empieza a flaquear y bajan el diapasón de sus críticas a la oposición porque tienen claro el principio latino que recomienda “Primero vivir y después filosofar”.
Groucho Marx convenció a sus padres de que trabajaba como pianista en un burdel para evitarles el disgusto de que supieran que era periodista . Hoy en cambio no se avergüenzan ni los más serviles que ponen voz de afónico cavernoso para disimular su servilismo informativo.
Ignoro qué pasara en las elecciones del mes de julio, pero , por si las moscas, algunos contertulios, leales al sanchismo, van con el culo apretado y el alma en vilo a la espera de hacer la transición ideológica si ganase Núñez Feijoo y aprenderán rápido a negar por tres veces al hombre de la Moncloa en cuanto pierda el poder.
Nunca fui corporativista ni admiré demasiado a ninguno de mis colegas, pero les guardo respeto a los que intentaron contar las cosas como son y no como se las cuentan los que les convierten en vasallos.