Lo era con Pablo Iglesias y lo es ahora con Yolanda Díaz. Un segundo con estudios y controlada ambición que terminará unido al futuro PSOE que saldrá de las elecciones generales, ya sea con Pedro Sánchez victorioso o con su sustituto si fracasa. Iñigo Errejón estará allí, a la espera.
Es muy fácil el pronóstico. Basta con observar el retrato de Podemos a través de los que fueron sus dos principales dirigentes. En el partido del círculo morado habitaban muchas almas, tantas como lo hacían en la izquierda antes de que comenzara a rodar la democracia. En aquellos años mediados los setenta las siglas y los nombres se multiplicaban como hongos: PSOE, PSOE histórico, Partido Socialista Popular, PCE, PCE-ml, PCE reconstituido, Partido del Trabajo, Organización Revolucionaria de Trabajadores, eso sin contar las derivadas regionales y las prolongaciones de unos sindicatos aún ilegales..
Todo aquel magma se unió, fusionó, se adaptó dentro del PSOE tras la victoria de Felipe González de forma mayoritaria; otra parte mucho menos numerosa dentro del PCE y posteriormente dentro de Izquierda Unida. Y restos, muchos restos desperdigados y sin representación parlamentaria. Y así hasta que en 2014 el germen de Podemos llegó para quedarse, por lo menos hasta hoy, transformado en Sumar, la nueva piel que ya tienen los marxistas que han descubierto que es mejor la socialdemocracia del poder, que el comunismo en la eterna oposición.
Ya veremos si es capaz de mantener el techo de los 35 o 38 escaños de las elecciones de 2019. Y si los enfrentamientos, los viejos enfrentamientos entre los marxistas de toda condición y los trostkistas de igual forma, se llevan por delante las esperanzas de seis millones de personas, que confían de forma histórica en la revolución del pueblo, con el pueblo y para el pueblo.
Si Pablo Iglesias quiso caminar junto a Alberto Garzón en un camino que llevaría a "superar" a Podemos y a IU y llegar a esa marca que se presentó en junio de 2016, Unidos Podemos, u otra similar pero ya como una única formación, habrá descubierto que se equivocó y que ambos están ya en el exilio político, algo que asusta a muchos de los que ahora tienen cargos y responsabilidades en ambas formaciones y que perderían salones y prebendas.
Situación que afectará a las nuevas amazonas que han tomado el poder y que estaban y siguen estando condenadas a pelearse hasta que sólo quede una, como en la película de Los Inmortales. Al margen de si ese camino conduce a parcelas de poder o a la nostalgia y el conformismo.
Lo que quiere Iñigo Errejón es alejarse de todo lo que significa Izquierda Unida y el viejo PCE. Quiere mantener su pretendida independencia, conseguida con Más Madrid - lo mismo que hicieron los anticapitalistas de MIguel Urban - para poder negociar con el PSOE que salga de las urnas como única forma de combatir al PP de Nuñez Feijóo, esté el presidente de los populares en La Moncloa o en la desesperación.
Iglesias y Errejón, junto al resto de los fundadores de Podemos, eran dos formas de ver el inmediato futuro y dos caminos distintos para llegar al Gobierno. Iglesias quiso sustituir al socialismo dominante y conseguir el soñado y ansiado "sorpasso" que intentó Julio Anguita, y que convertiría al conglomerado de esa izquierda en la auténtica oposición a la derecha española, la representa no sólo por el PP, también por Vox y los nacionalismos de derechas de Cataluña y Euskadi.
Errejón, que siempre pareció más práctico, asumió que no van a pasar por delante del PSOE y que sólo con la negociación posterior a unas elecciones y con las mínimas presiones de dentro de Sumar podrían desplazar al Partido Popular, que es el que se presenta como primera fuerza histórica de la mitad de España en todos esos supuestos.
La izquierda admite que con la ensalada actual de siglas y liderazgos le va a resultar casi imposible ganar en las urnas a Feijóo que parece seguro de alcanzar su "trono" y por mucho tiempo. La solución, o el principio de la solución a tantas voluntades y estrategias, la veremos antes de que termine julio.
Una muy buena pista para que los socialistas puedan decidir tras los resultados de las urnas el camino que más les favorezca. Siempre con los pactos abiertos. Siempre necesarios. Inevitables si los números de escaños lo hacen posible.