Los líderes de los dos grandes partidos mantienen a sus formaciones en el mismo error: para ganar y gobernar hay que destruir al adversario y aliarse con quien no se quiere. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo trabajan a corto plazo, uno frente a otro, sin ganas de buscar ningún acuerdo, empleando a los más duros de entre los suyos como arietes contra el llamado enemigo, que no adversario.
El mismo error a la derecha y a la izquierda. En el Partido Popular querrían alejarse lo más posible de la formación de Santiago Abascal, acercarse sin quemarse al PNV e incluso a ERC, y hasta” soportar” dentro de un orden las exigencias de Junts. Con Bildu ya están gobernando en el Ayuntamiento de Vitoria. Los sillones hacen olvidar las ideologías.
En el PSOE, fieles a su vieja historia, ven como un enemigo al PCE en cualquiera de sus versiones, ya sean Izquierda Unida, Podemos o Sumar. Buscarán hacerles desaparecer o utilizarlos si no hay más remedio. Y con los nacionalistas ocurre lo mismo: el centralismo de partido frente a la pluralidad obligada en la conquista del poder. El centro izquierda moderado mirando frente a frente al liberalismo de derechas.
Núñez Feijóo tendría que liberar al PP de los viejos tics heredados de sus anteriores jefes. Su supervivencia personal y política depende de ello. Con un coste elevado y peligroso, que radica en el enfrentamiento con las estructuras que se han formado durante los últimos 40 años, siempre con la vista puesta en el retrovisor para que no le adelanten por la derecha. La misma que hoy representan Santiago Abascal y Vox, nacida de las propias entrañas del partido.
La unión de derechas que consiguió Aznar se rompió con Mariano Rajoy y costará mucho trabajo “recoser” ese agujero que, por un lado, le ayuda a centrar su discurso y conseguir pactos de gobierno, pero por otro le aleja de posibles pactos con los nacionalistas de derechas.
Dos errores que nos dan el mejor de los retratos de la España de hoy. Tiene más libertad de movimientos Pedro Sánchez, por eso ha repetido en el palacio de La Moncloa pese a perder las elecciones de forma clara frente a su rival. Capacidad de pactar por su izquierda y su derecha, desde el radicalismo de Sumar al interés “nacional” del conservador PNV. Es lo que no ha hecho Feijóo pese a tenerlo al alcance de su mano. Los cuatro escaños que le han faltado eran casi imposibles de conseguir.
Se lo dijo el vasco Aitor Esteban: mientras lleve de su mano a Vox, nos quedaremos con la amnistía. No dijo que le gustara el favor de Sánchez a los independentistas catalanes, de lo que le avisó es de que, mientras se aliara con Vox, no conseguiría los apoyos de vascos y catalanes. Y sin esos votos y escaños, la única salida es la mayoría absoluta, en solitario o con ayuda. Es lo que ha hecho en once Comunidades Autónomas y en la mayoría de los grandes Ayuntamientos.
Tanto el Partido Socialista com el Partido Popular se han olvidado del centralismo de la organización y han instaurado el caudillismo, por un lado, y la descentralización o regionalización del poder interno, por otro. El mejor de los caldos de cultivo para que la España que volvió a nacer en 1978 esté hoy irreconocible, tanto para lo bueno como para lo malo.