El presidente que se sienta en el viejo y remodelado palacio de Fuensalida, que hasta en tiempos pretéritos fue sede de Princesas tuertas y caballerizas, sólo puede buscar dos cosas: convertirse en la alternativa a su actual Secretario General esperando que Sánchez se estrelle o se marche a Europa; o hacer tan visible y constante su desacuerdo con la política del Gobierno de la Nación y con la dirección del PSOE que les obligue a echarlo, de la misma manera que lo han hecho con
Nicolas Redondo o
Joaquín Almunia, otros dos versos sueltos del socialismo que decidieron que era mejor morir de pie que caminar de rodillas ante el todopoderoso Secretario General y presidente del Gobierno. Mirar hacia Felipe González es un error, mejor fijarse en
Josep Borrell o
Javier Solana, los dos tienen mejor colocado el retrovisor.
En las últimas elecciones autonómicas perdió dos escaños y se quedó al borde de la derrota, pese a haber destruido a toda la izquierda que tenía a su alrededor. Diecisiete escaños socialistas frente a loos dieciséis que suman el PP y Vox. Es a Santiago Abascal a quien debe la división de la derecha y ese escaño salvador.
Esa es su debilidad de cara a las futuras elecciones de 2027, si es que decidiera presentarse como candidato, algo que pasaría de forma inapelable por su designación por el PSOE. Hoy por hoy está haciendo justo lo contrario de lo que necesitaría, por más que imite a su profesor y pacte los apoyos mediáticos que necesita. Si Pedro Sánchez sigue en sus dos puestos, no se marcha a Europa por más que le tienten y lleva la Legislatura hasta el final, Emiliano García Page no será la imagen del socialismo en Castilla La Mancha.
Le han dado el primer aviso tras su última conversación con el “enemigo” durante la celebración de Fitur. Al igual que pasa en los toros, al tercero le mandarán, de verdad, al extrarradio de la política. Es casi imposible - tan solo casi - que sea el propio PSOE quien le haga a su presidente autonómico una moción de censura pero no es descartable si Emiliano sigue tirando piedras sobre el tejado de su partido.
Le gustaría ser más que José Bono y lograr lo que el ex presidente castellano manchego, ex ministro de Defensa y ex presidente del Congreso no consiguió: mandar a nivel nacional y sentarse en gran sillón de La Moncloa. Aspiración y ambición lógica en todo aquel que decidió desde su juventud dedicarse a la política y ha conseguido llegar hasta la cima, por pequeña que ésta sea. Lo tiene muy difícil, en los partidos no se perdonan las infidelidades y siempre aparecen “soluciones inesperadas” cuando más despejado se ve el horizonte.
El mejor de los ejemplos lo tiene en su propia casa: Bono tenía todo a su favor para haber ganado la batalla interna frente a un desconocido parlamentario de León llamado José Luís Rodríguez Zapatero, pero lo que los “guerristas” consideraron traición se lo impidió por tan sólo nueve votos. Y lo mismo le pasó años más tarde a Susana Díaz frente a Pedro Sánchez. Es difícil conquistar Madrid desde la periferia.
A García Page le puede seducir la más arriesgada de las ideas políticas si ve que en el PSOE le pueden retirar la confianza y él desea seguir en la vida pública: imitar a Yolanda Díaz y montar una nueva formación en Castilla La Mancha, que se convierta en un partido liberal de centro, que consiga ser primera fuerza en unas elecciones autonómicas y busque acuerdos de investidura.
Los 33 escaños que conforman el Parlamento regional lo hacen aún más difícil. Cuando la que fuera presidenta durante cuatro años, Dolores Cospedal, disminuyó el número de parlamentarios para fomentar el bipartidismo y hacer más difícil la irrupción de terceras vías.
La realidad superó el esquema de laboratorio, primero con Podemos y ahora con Vox. Existe un plazo de tres años para encontrar la respuesta, salvo que el frío y calculador Sánchez le ofrezca un Ministerio, que todo es posible.