Entre lo que parece y lo que es, una compleja relacion para buscar el equilibrio entre el crecimiento economico y los desafíos políticos. El sentimiento en los mercados sigue siendo muy positivo. El razonamiento general que está detrás es que, si los tipos de interés no bajan tan rápidamente como se estaba descontando, será debido a que las economías mantienen un ritmo de crecimiento más alto de lo previsto. De este modo, los pros tienen mucho margen sobre los contras, y la conclusión es que las cosas no pueden ir mal independientemente de la dimensión de los recortes. Bien simple.
¿A QUÉ APOSTAMOS?
Pero también están los que piensan que, si esto es así, y el crecimiento aguanta, a medio plazo acabaremos necesitando tipos más altos, porque con las economías creciendo muy cerca de su nivel potencial -tasa compleja de estimar-, los bancos centrales no tendrán mucho margen de recorte.
Esto se resolvería en parte, si los salarios en particular y los precios en general, mantienen un crecimiento lo suficientemente moderado para que los tipos de interés reales se mantengan en el lado restrictivo y permita que los nominales bajen lo mismo que lo hace la inflación. Si lo primero ya es complejo, esto segundo lo es todavía más, como jugar al póker y ganar.
Queremos, por tanto, que las economías sigan creciendo cerca de su nivel potencial, que la inflación y los salarios mantengan crecimientos moderados y que los tipos de interés nominales bajen. Esto parece posible durante un tiempo, pero el hecho de que los bancos centrales se muestren remisos a un recorte inmediato (marzo-abril) y pretendan aplazar el recorte al verano nos dice mucho de cómo piensan y pueden llegar a actuar.
Adoptar esta estrategia de espera tiene riesgos, como cualquier otra, pero es ahora cuando es evidente que los tipos de interés reales son desproporcionadamente altos, y si todo va a ir tan bien, es casi como garantizar que van a bajar menos después. Claro que puede no ir tan bien, ni en los precios ni en el crecimiento, y nos encontremos que, conforme nos adentremos en el año, las sorpresas empiecen a ser de signo contrario: negativas en lugar de positivas.
LA POLÍTICA DEL ¡PASEN Y VEAN!
De momento, y después de conocer el parecer de la Reserva Federal, el retraso del recorte de tipos en EE.UU. sobre el calendario inicial que descontaban los mercados es un contratiempo para el BCE. Su deseo de mantener al euro alejado de riesgos bajistas se complica, y es que mientras que EE.UU. crece por encima de su nivel potencial, en Europa ocurre lo contrario, y la necesidad de estimular la economía puede ser más urgente. Después está la política, y las protestas en Europa son un mal síntoma.
Hay elecciones en EE.UU., pero antes en Europa, y a uno y otro lado, las preguntas de la calle no son fáciles de responder si no eres un populista: ¿Por qué tanto dinero para Ucrania? ¿Por qué gastar más en defensa? ¿Por qué no acabar con la competencia con aranceles y barreras? ¿Por qué admitir refugiados e inmigrantes que sólo cuestan dinero y hacen aún más difícil al acceso a la vivienda?
El 70% de los votantes republicanos todavía creen que se manipularon las elecciones, de modo que por muy exquisitos que quieran ponerse los bancos centrales, quizá los riesgos van más allá de adelantarse unos meses en rebajar los tipos.
Si se mantienen en las suyas, los políticos pueden verse obligados a proponer y prometer lo que las cuentas públicas no permiten, no al menos sin embarcarse en políticas de gasto que habrá que monetizar, porque la IA no va a ser de modo inmediato más que algo en lo que invertir, para en su caso, después producir. No va a ser un año tan sencillo, y desde luego no parece el más fácil para el euro.