Gobernar en Cataluña a partir del próximo domingo aparece como una meta posible de lograr. Tendrían que ponerse de acuerdo tres grupos, al menos, para alcanzar los 68 escaños que dan la mayoría absoluta. El favorito y casi seguro ganador, Salvador Illa se va a encontrar con una ecuación imposible de resolver y ese problema afectará de forma directa al equilibrio de fuerzas que existe en el Congreso y sobre el que se formó el actual Gobierno de Pedro Sánchez.
Si las encuestas, todas las encuestas que se han publicado, no se equivocan Cataluña saldrá de las urnas el próximo domingo ingobernable, salvo que el PSOE con
Salvador Illa y Junts con
Carles Puigdemont se pongan de acuerdo, algo que parece un imposible si tenemos en cuenta que el ex president huido ha dicho que su única propuesta es volver a sentarse al frente del Gobierno de la Generalitat, algo que los socialistas no podrían apoyar si son los ganadores electorales.
Todas las combinaciones posibles no llegan a la mayoría absoluta. El PSC, en principio, sólo alcanzaría la mayoría absoluta sumando los votos de ERC y de los Comunes. Las tres formaciones independentistas tampoco lo lograrían por si mismas, y las dos o tres formaciones de la derecha nacional, PP, Vox y Ciudadanos ( si consigue representación) no llegarían en el mejor de los casos a los 30 escaños.
El partido de Puigdemont se ha convertido en la única fuerza que podría llegar, con los socialistas, a superar los 70 escaños. En este caso las matemáticas dicen sí, pero la política dice no. ¿Existe una salida ?, si, darle la presidencia a un Puigdemont que está a la espera de su amnistía. Algo más que improbable. Por el lado del PSC, nos siquiera se podría plantear el otro “imposible”: pedir ayuda al PP de Alejandro Fernández, al Vox de Ignacio Garriga y al Ciudadanos de Carlos Carrizosa. Tan precarios son los posibles acuerdos que lo más seguro, y así lo ve la mayoría del sector económico catalán, es que dentro de dos meses vuelvan a repetirse las elecciones. Un escenario en el que todo cambiaría.
El PSOE de Pedro Sánchez necesita la victoria en Cataluña para paliar los negativos efectos de sus derrotas en los comicios municipales, autonómicos y últimas generales. Una victoria en la que encajarían las palabras de Felipe González tras perder en 1996 frente a José María Aznar: “amarga victoria y dulce derrota “. Intentará hacer lo posible y hasta lo imposible el líder socialista para que el bloque de partidos que propició su propia vestidura no se rompa, pero cada día que pasa se vuelve más complicado. Es el que más tiene que perder junto a ese Sumar ambiguo que se va a presentar con las siglas de los Comunes.
Un Parlament con siete u ocho grupos tan distintos y distantes en sus propuestas sobre el futuro de Cataluña trasladará al resto de España que es Autonomía sigue siendo un problema difícil de resolver. Más meses de incertidumbre. Si Illa no logra los apoyos, si Puigdemont se niega a pactar cualquier alternativa que no contemple su regreso a la presidencia y si desde ERC no asumen que van a perder esa misma presidencia que ostenta Pere Aragonés.
Todo lo que parece fácil de alcanzar en Euskadi tras sus elecciones, se vuelve un casi imposible en Cataluña, y existen los vasos comunicantes entre las dos Autonomías. Los socialistas terminarán apoyando al PNV frente a Bildu, con el riesgo de la ruptura del bloque en el Congreso. Otro problema más para el inquilino de La Moncloa, al que parece que se le suman las dificultades con el simple paso de los días, tanto a nivel político como judicial. Menos mal que los datos económicos siguen proyectando una buena imagen de su gestión, al menos para los próximos meses.