Trabajan, conspiran y unen sus fuerzas para intentar lograr un nuevo orden multipolar donde ellos tengan la influencia suficiente para manejar las riendas políticas, económicas y sociales. Cuentan con el apoyo del Sur Global. Desde hace varios años se vienen registrando una serie de movimientos que tienen como objetivo principal para China el fortalecimiento y crecimiento de su economía para afrontar los elevados costes de su política interna y los enormes gastos emprendidos en una carrera de armamento que pretende igualarse al potencial norteamericano.
Rusia juega un papel de apoyo a los intereses chinos con la venta a buen precio del petróleo y gas que necesita el gigante asiático y le permite aguantar el envite en Ucrania y el desarrollo de su industria de armamento.
Tanto Xi Jinping como Vladimir Putin corren muchos riesgos porque hay claros indicios de que la gran burbuja económica china puede estallar porque no es capaz de sostener la dinámica emprendida como potencia militar y, al mismo tiempo, evitar la caída del consumo interno, el declive de su comercio exterior y la inversión, el incremento del desempleo y otros factores demográficos y endógenos. Un aviso muy serio son los problemas inmobiliarios como ejemplo de los desafíos que afronta el líder chino que se ha visto obligado a viajar a Francia, Serbia y Hungría en busca de algunos de los recursos que necesita con cierta urgencia.
El imperio soviético ya colapsó en el siglo XX y ahora la recuperación lograda por Putin durante sus mandatos pende de unas circunstancias muy volátiles que se ven agravadas por la continuidad del conflicto en Ucrania. El férreo control dictatorial que ejercen ambos líderes con sus grupos de interés les permite no preocuparse aparentemente de la democracia, de la libertad, de una opinión pública anestesiada por la propaganda y por la represión.
No tienen ningún pudor en utilizar al máximo ciberataques contra instituciones y empresas estratégicas en el mundo occidental y orquestar injerencias desestabilizadoras allá donde puedan conseguir complicar la existencia de unas democracias liberales que no están sabiendo defenderse adecuadamente de los ataques de los populismos autoritarios.
Y, en muchas ocasiones, esas democracias tienen el enemigo en casa, como se está demostrando en Estados Unidos con Donald Trump y en demasiados países europeos y occidentales donde la falta de respuestas eficaces y contundentes que solucionen los problemas de la mayoría de los ciudadanos está abriendo puertas a posiciones radicales de extrema izquierda y extrema derecha. Esta debilidad occidental es buena parte del problema porque la situación empeoraría sustancialmente con un desorden multipolar y un caos manejado con mano de hierro por China y Rusia.