Si a primeros de abril El Rey y su primer ministro acordaron y pactaron la gira que Felipe VI realizaría a Lituania, Letonia y Estonia para visitar a las tropas españolas que están estacionadas en las tres Repúblicas dentro del despliegue militar de la OTAN, y dos meses más tarde la gira se convierte en visita oficial pero sin la presencia obligada del ministro de Asuntos Exteriores o la ministra de Defensa, la única explicación posible es que desde el palacio de La Zarzuela se ha lanzado un órdago al palacio de La Moncloa.
Un pulso de poder en la cúpula de ese mismo poder. Un grave desencuentro enre el Monarca y el Presidente, que se ha intentado corregir en el último minuto con la llegada de
Margarita Robles como representante del Gobierno en el último día. La explicación por parte de ambas instituciones es necesaria y obligada. Puede que sea la primera señal de que el cambio de
Jaime Alfonsin por
Camilo Villarino como Jefe de la Casa de su Majestad el Rey va a ser y significar un nuevo marco en las siempre difíciles relaciones entre ambos palacios.
Si la gira “militar prevista en abril se hubiera mantenido como tal la presencia de la titular de Defensa hubiera sido obligatoria. Visita a las unidades militares y, tal vez, como cortesía unas cortas entrevistas con los tres presidentes. Sin más. Convertida en visitas oficial, sin programa, ni reuniones de trabajo entre los equipos de ambos países, siempre con la guerra de Ucrania como eje de cualquier posible acuerdo de colaboración, ya sea en el ámbito militar, en el ámbito politico o en el empresarial, la presencia de José Manuel Albares era más que obligada. Las ausencias dejan claro que Felipe VI ha decidido actuar con entera libertad y que Pedro Sánchez le ha “castigado” con la ausencia de sus ministros.
Mala imagen de España y otro punto de presión institucional sobre el presidente del Gobierno que se viene a sumar a los otros que le afectan de forma directa. Esta vez no por parte d ela oposición, ni del poder judicial, esta vez es de forma directa desde la Jefatura del Estado. Una visita oficial que más se parece a una visita privada - si es que el Rey puede hacer una vista de ese tipo a unas tropas desplegadas en una zona de alta tensión y con reuniones oficiales con tres presidentes de tres Repúblicas - en la que, además, viaja sin la presencia de la Reina, cuya agencia der actos no podría estar por encima de una visita de ese alcance en la política exterior española.
Una situación incómoda que añade más inquietud a la actual Legislatura, con la posibilidad de que la crisis catalana y la posible repetición de elecciones autonómicas ante la imposibilidad de que ni Salvador Illa, ni Carles Puigdemont - por muy diferentes circunstancias - consigan la mayoría necesaria para conseguir la investidura, se convierta en el episodio clave que termine con otra cita con las urnas a nivel nacional o, al menos, con una remodelación del Gobierno si la todavía ministra Teresa Ribera consigue convertirse en Comisaría del Ejecutivo europeo que presidirá Ursula von der Leyen. A veces, un simple viaje en solitario permite descubrir el mal de fondo que existe en el poder.