La necesaria unidad frente a Europa
martes 21 de octubre de 2014, 21:41h
Quienes, como el que suscribe, creemos en el valor del acuerdo entre las fuerzas políticas en temas sustanciales, no podemos dejar de felicitarnos por el abandono --¿por cuánto tiempo, ay?-del lenguaje guerrero entre el Gobierno y el principal partido de la oposición. Y es que hay factores, como las ya menos que educadas 'sugerencias' de la Unión Europea al equipo Rajoy para que 'de una vez' haga sus deberes, que sirven para aglutinar el orgullo patrio; puede que Europa acierte o se equivoque en sus recomendaciones, pero lo cierto es que el margen de un Ejecutivo nacional frente a la Comisión Europea adelgaza hasta quedar en casi nada. No menos cierto es que España es un país que aguanta con dignidad los sacrificios que le imponen sin que, por cierto, entienda muchas veces las razones. Y, así, aun ante la sospecha de que las soluciones que se arbitran desde fuera para nosotros son ineficaces o claramente malas, hay que acatarlas.
Quizá por eso, la mano tendida de Rubalcaba a Rajoy y la tibia aceptación -o no...-de Rajoy a esa mano, explicitada en la sesión de control parlamentario del pasado miércoles. Es, sin duda, un éxito de esa desprestigiada 'clase política' española el actuar con una sola voz frente a Europa: eso dará fuerza a nuestro país ante un eventual 'no' a los 'diktats' de la Comisión, como el de subir nuevamente el IVA, algo que desde algunas voces autorizadas en España se considera claramente nocivo para la reactivación de la economía.
Me parece que, de consolidarse estos presentimientos de pacto más o menos explícito, más o menos entusiasmado, tendríamos una buena razón para felicitarnos todos. Y para desear que el consenso se extienda a otras fronteras más allá de la UE. Por ejemplo, a América Latina, que sigue siendo zona vital para los intereses económicos, culturales y sociales de los españoles. Pienso que se hace cada día más necesaria una ofensiva diplomática hacia los países latinoamericanos, una ofensiva que vaya más allá de las 'cumbres' iberoamericanas, de algunas visitas ocasionales de nuestros representantes o de recibir a mandatarios latinoamericanos, como ahora el uruguayo Mujica, con el calor y el afecto que sin duda merecen. En este sentido, pienso que la Secretaría General Iberoamericana (Segib), a cuyo frente está el muy veterano Enrique Iglesias, desarrolla una importante labor, que debería estar incluida (y no lo está) en el consenso sobre política exterior de los dos grandes partidos, como debería estarlo esa nonata Ley de Acción Exterior que parece haber encontrado el rechazo de sectores amplios de 'la carrera'.
Y, ya que hablamos del tema: no resulta conveniente, en aras de ese consenso, que algunos diplomáticos que ocuparon puestos relevantes con gobiernos anteriores sean abandonados en 'el pasillo' sin que se les hayan conferido nuevas responsabilidades; ha sido el caso, por ejemplo, del ex secretario de Estado del Ministerio, Juan Pablo de la Iglesia, a quien, según algún papel que circula por este Departamento, se habría negado, pese a su veteranía, el consulado en Roma y cualquier otro destino que pudiera corresponderle. Afortunadamente, parece un caso aislado; el indudable buen talante del ministro, José Manuel García Margallo, parece poco proclive a 'vendettas' y discriminaciones que sí fueron moneda corriente en el pasado. Pero, ahora, la 'marca España', que, por cierto, sigue sin acabar de funcionar, exige unidad, unidad por encima de todo. No podemos perder ni un minuto en otros debates que no sean los de signo constructivo ni se pueden desperdiciar energías en 'limpiezas étnicas' que huelan a signo ideológico. Simplemente, se agota el tiempo para mostrar ya al mundo que España sigue siendo, en efecto, un gran país.