Al líder de Vox puede que no le entiendan muchos de los suyos, sobre todo los que han probado el dulce placer de los sillones del poder. Cuesta trabajo abandonar una consejería autonómica, el coche oficial, la secretaria, el manejo de cientos o miles de millones. Cuesta trabajo regresar al duro oficio de la oposición total. Y todo por un futuro imprevisible que es el que lleva a Santiago Abascal a alejarse de los pactos de gobierno con el PP y afrontar la las diferentes Legislaturas convertido en el referente de la oposición a la oposición. Un Llanero Solitario que espera su premio dentro de tres años.
Dejar lo que se ha conseguido, que estaba en disminución constante, por un posible beneficio a largo plazo es lo que
Abascal ha elegido para él y para su proyecto político. Estaba en el susto de ver cómo disminuían sus fuerzas y cómo las devoraba el hermano mayor de la derecha española, el Partido Popular, y ha escogido la posible muerte rápida. En las próximas elecciones comprobaremos si ha acertado o si, por el contrario, ha dejado el paso libre a una futura mayoría de los populares sin necesidad de acuerdos previos. Las experiencias en Madrid y Andalucía juegan a su favor. Seguir por el mismo camino era terminar como lo hicieron la UPyD de Rosa Díez o el Ciudadanos de Albert Rivera, o como lo está haciendo la plataforma de Sumar. El pez más grande devorando al más pequeño.
El bipartidismo imperfecto de cuarenta años quiere regresar. Dos grandes formaciones nacionales que se encuentran en el centro, una por la derecha y otra por la izquierda, con la presencia de partidos nacionalistas como comodín parlamentario ante la ausencia de mayoría absolutas. Es la vieja historia que protagonizaron Felipe González y José María Aznar con el PNV de Xavier Arzallus y la CiU de Jordi Pujol.
En 2015 ese invento de la Transición saltó por los aires y tanto el PSOE como el PP quieren reconstruirlo. Ahí es donde Abascal ha visto su mal futuro en caso de compartir el poder autonómico y que Vox se fuera pareciendo cada vez más a sus “ primos” populares. El coste han sido las primeras deserciones de aquellos que han elegido entre el “ más vale pájaro en mano que ciento volando”, sus actuales sillones en los gobiernos autonómicos, y la necesidad que les ha trasladado su líder de no dejarle un pasillo al recién llegado Alvise Pérez. La fiesta podía acabarse apenas empezada.
La mirada de Abascal está puesta en la Argentina de Milei, en El Salvador de Bukele, en la Francia de Le Pen y hasta en la Hungría de Orban, mucho más que en la España de Pedro Sánchez, la Gran Bretaña de Keit Starmer, la Francia de Emmanuel Macron e incluso la Italia de Giorgia Meloni. También está a la espera de lo que ocurra si, como parece, la llegada a La Casa Blanca de Donald Trump se convierte en realidad el próximo noviembre y la Europa de los 27 entra en otra crisis existencial, con la guerra de Ucrania entrando en otra fase más cercana a la búsqueda de la paz que al mantenimiento de una carrera armamentística. La mirada de USA estará en el Pacifico y en China. Quedará la inmigración incontrolada como la gran apuesta de Vox para ese futuro.