Juan Lobato no podía, ni quería seguir el camino que llevó al ostracismo y al abandono a sus predecesores en el cargo. Si estaba muerto para la dirección nacional y para el presidente del Gobierno, les iba a demostrar que se equivocaban. Tan sólo tenía que seguir las máximas del Manual de Resistencia que le valieron a Pedro Sanchez a regresar y vencer. Y lo ha hecho con la seguridad de que su vida política dentro del socialismo dependerá de la propia vida política del Secretario General, antes, durante o después del Congreso federal de este fin de semana.
A las minas personales lanzadas por el omnipresente Aldama, el dirigente madrileño ha añadido su propia bomba de efectos retardados. No tiene nada que perder y puede que mucho que ganar en el futuro, y si muere en la batalla política lo hará en su propio campo y con sus propias armas, sin que le saquen de la escena y del teatro por la puerta del servicio.