Lo que ya es seguro es que, al igual que está pasando en Ucrania con el sembrado de minas por parte del Gobierno de Zelensky en las zonas que ya ha asumido que seguirán bajo el control de Rusia, incluso ya como territorio de la Federación que lidera Putin. Es fácil seguir el rastro de esas minas. Para empezar los once días de revolcuión en Siria ha vuelto a cambiar el escenario en Oriente Medio, con tras grupos que se han unido para echar del poder de la familia Al Assad, pero que no tienen nada en común, ni en lo político, ni en lo económico, ni mucho menos en lo social y religioso.
Chiitas y sunitas seguirán enfretados; los kurdos van a encontrar en Turquia un aliado indispensable para que su Nación tenga un territorio, con menos presión para Erdogan; los territorios fronterizos con Irak, Líbano, Palestina y Jordania sufrirán las presiones de los ex militantes de Al Qaeda, que ya se han proclamado líderes de la nueva Siria; y tanto Israel como Estados Unidos y Gran Bretaña han bombardeado las instalaciones militares que podían albergar armas químicas o de destrucción masivas. Operación preventiva pero que dejará sin capacidad operativa frente a terceros de las nuevas milicias.
Rusia, la de Putin, comprendió hace semanas que no podía ayudar a su aliado y decidió que lo mejor era negociar la rendición de Al Assad y su huída a Moscú, y sobre todo el futuro de las bases militares que tiene en el territorio. En esa partida de ajedrez, el presidente ruso es el que tiene peor posición en el tablero, mientras que la Unión Europea no tiene ni siquiera una silla para ver la partida y China tiene que conformarse con jugar en otros escenarios.
Hemos visto como en la aparente y tranquila Corea del Sur su presidente daba un golpe de estado, con una ley Marcial que tenía que anular a las pocas horas como forma de mantenerse en el poder, pero que no ha cerrado la crisis evidente en la que se mueve, con su hermana del Norte convertida en el mejor de los aliados tanto de Rusia como de China. También comprobamos como la Francia de Macron está en una crisis que es posible que se resuelva en 2025 con unas nuevas elecciones. Antes pasará lo mismo en la Alemania del canciller Sholz, a finales de febrero. En Gran Bretaña el primer ministro está en crisis desde su llegada al 10 de Downing Street. En Rumanía el ganador de las primarias es acusado de haberse favorecido desde Rusia y ve como el Tribunal Supremo anula las elecciones, sin fecha para una nueva convocatoria.
En América del Sur los cambios ya han empezando. El Brasil de Lula y la Venezuela de Maduro, junto al México de Sheinbaum, no van a poder mantener la estrategia del Grupo de Puebla, que lleva más camino de desaparecer que de aumentar en importancia dentro de la política de ese Continente, con sus efectos hacia Europa y los acuerdos de Mercosur, una mala noticia para España y su producción agrícola, por poner sólo un ejemplo.
Este es el convulso mundo que van a dejar los demócratas norteamericanos y que van a utilizar los gigantes multinacionales como Elon Musk para seguir creciendo. Si la Argentina de Milei ha servido como un experimento pequeño para un nuevo equilibrio mundial y las medidas financieras, sociales y hasta religiosas en el resto del mundo, de la misma forma que pasó con la pandemia de 2020, ahora el ensayo se va a hacer a nivel global. Lejos de todo lo anterior están las organizaciones que surgieron tras la II Gran Guerra. La ONU es un espectro que para nada sirve y que mucho gasta.