De la jura del Rey con las Leyes Fundamentales y el “Viva el Rey” de Rodríguez Valcarcel, como guía se pasó al “ de la ley a la ley pasando por la ley, una de esas frases que resumen la historia de este país, obra de un político y jurista que convirtió la Transición en una obra e arte. Se llamaba Torcuato Fernandez Miranda y sin él, ni Juan Carlos I habría podido avanzar en sus propósitos democráticos, ni lo habría podido hacer sin que la derecha más franquista hubiera hecho saltar todas las alarmas del sistema. El Rey, que ya había pactado con Estados Unidos, la velocidad del cambio y las personas que podían llevarlo a cabo, tuvo la vaelntía y la necesidad de poner todo en marcha en menos de dos años, algo que a la naciente clase politica que estaba dentro y fuera del Régimen le parecía imposible.
Juan Carlos eligió a Adolfo Suárez, en lugar de a José María de Areilza o Manuel Fraga. Primer acierto para que desde el interior del Régimen, que era lo que representaba Suárez, se pasara al primer gobierno de la llamada Transición. Legalización del PCE, cita con las urnas, victorias de UCD, intentos de golpes de Estado, 23 F de Tejero y Milans para llegar a la victoria del PSOE por 202 escaños y casi catorce años de Felipe González en La Moncloa.
Festejar durante un año lo que no fue una victoria es un ejemplo de debilidad política por parte de Pedro Sánchez y el Gobierno, de querer rescatar una memoria que apenas significa nada para la gran mayoría de los españoles de hoy. Enseñar la Dictadura se debe quedar para los colegios y las universidades. Puestos a celebrar sería mejor hacerlo por la llegada de la Monarquía, pese a que Juan Carlos tenga que estar en Abu Dahbi y no en el palacio de La Zarzuela señalado por dineros negros y amantes rubias.
Franco es historia y no tiene herederos. Tiene nostálgicos que tampoco parecen muy leídos. La Monarquía, pese a todos los escándalos, goza de mejor salud que la clase política. Y ese es un detalle que molesta y mucho.