Sánchez puede gobernar sin el Congreso durante dos años o más. Le basta con someter las leyes a votación y cuando no gane pasar a convertirlas en decretos sin pasar por las instituciones legislativas, como va a hacer con el impuesto a las energéticas que tras ser rechazado en el Congreso ya ha anunciado María José Montero que lo aplicará por un nuevo decreto.
Hace años que se consideraba que si un gobierno no podía aprobar los Presupuestos estaba a condenado a dimitir, pero eso fue una de las tantas máximas que se demostraron falsas porque la realidad es que el Ejecutivo, es decir el gobierno, tiene todo el Poder y que lo demás es ilusión, lo mismo que ha ocurrido con el contrapoder que se otorgaba a la Oposición, que se ha quedado en nada, o al cuarto poder que se daba a los Medios de Comunicación.
Una de las primeras consecuencias de lo que está ocurriendo es que “aquí no dimite nadie”, ni que lo pida el Congreso, ni que le acusen los jueces, ni mucho menos que lo pidan los ciudadanos con sus manifestaciones en la calle. De hecho ya no es posible ver las grandes manifestaciones de los años 80 y 90 del siglo pasado –incluso de principios de siglo- y si ustedes se han dado cuenta ya no se ven tampoco pintadas en las paredes protestando por alguna injusticia.
El ejecutivo, en todo el mundo, ha ganado la batalla y Joe Biden puede amnistiar impunemente a su hijo y ya veremos si Trump no se indulta a sí mismo. Ni el Congreso francés puede obligar a dimitir a Macron ni el Bundestag alemán ha echado al socialdemócrata Olaf Scholz. Ha tenido que ser el propio canciller el que propiciado perder una moción de confianza para convocar nuevas elecciones después de que su gobierno llevase dos años casi inoperante por las peleas internas con los Verdes y los liberales.
Algo parecido podría inventarse Pedro Sánchez para marcharse no tan pronto como algunos quieren ni tan tarde como temen. Recuerden el susto que metió a todos con su famosa carta de abril pasado afirmando que estaba pensando dimitir. Muchos nos lo creímos porque cada paso que da el gobierno tiene que ser un martirio no solo políticamente sino también en lo personal y eso no hay cuerpo que lo aguante mucho tiempo.