Aquellos cien días y cinco años que cambiaron España
Ampliar

Aquellos cien días y cinco años que cambiaron España

miércoles 19 de febrero de 2025, 09:15h

google+

linkedin

Comentar

Imprimir

Enviar

El once de marzo de 2020 el Gobierno de Pedro Sánchez decretaba el confinamiento en sus domicilios de 45 millones de españoles como el único medio eficaz para contener la pandemia que se extendió por el mundo desde enero de ese mismo año. Cien días más tarde se levantó la prohibición y ciento ochenta días más tarde comenzaron las vacunaciones con la técnica de ARN mensajero que habían desarrollado los investigadores Kariko y Weissman, a los que se les daría el premio Nobel tres años más tarde.

Durante esos largos tres meses en todas las casas entraron como invitados obligatorios, desde las pantallas de las televisiones, el ministro de Sanidad y hoy presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y el Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el epidemiólogo Fernando Simón. Dos rostros que nos iban dando la información machacona sobre la gravedad de la situación y la necesidad del aislamiento. Las vacunas y las mascarillas llegaron más tarde. Ahí siguen sin que nadie, hasta ahora, haya podido afirmar con total certeza el origen del coronavirus.

Las teorías se han retro alimentado en estos cinco años, desde el murciélago de China a los dromedarios de Arabia Saudí, pasando por los monos, los mangolines y todo tipo de animales que habrían trasladado a los humanos el mortal virus. Hoy, mediados de febrero de 2025, se mantienen las mismas dudas y las mismas incógnitas, sin que la cara, inútil y posiblemente corrupta Organización Mundial de la Salud que encabeza el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, haya avanzado ni un paso. Todo lo contrario, si se le hubiera hecho caso en sus dramáticos pronósticos las sucesivas variantes del virus seguirían causando el miedo y las vacunas que multiplicaron por miles de millones los beneficios de las empresas farmacéuticas seguirían proporcionando a sus dueños y accionistas los mayores rendimientos de u historia.

En el propio nombre que se puso al virus, Covid 19, está la primera de las claves. Comenzó ese año, no al siguiente, y sus primeros efectos, que siguen sin reconocerse como tales, ni en España, ni en la mayoría de los países que sufrieron la mortalidad por miles de sus habitantes, hay que buscarlos en la olimpiada militar que tuvo lugar en la ciudad china de Wuhan en octubre de 2019, a la que el Ministerio de Defensa envió a 169 militares y logró una medalla de bronce por el equipo que formaban los sargentos Alvaro Bartus y Luis Enrique Manrique, junto al cabo primero Juan Francisco Paredes. El número de casos con los mismos síntomas que aparecieron en la delegación española sigue siendo un secreto. De la misma manera que lo sigue siendo, pese a la capacidad informática que se tiene de los casos y las vacunas puestas, el número de españoles que han tenido una o varias “consecuencias” de esas mismas vacunas. Ni se quiere dar, ni se quiere investigar. Tal vez esa sea ha de las razones por las que el nuevo presidente de USA haya decidido que su país abandone la OMS y que su Secretario de Sanidad, Robert Kennedy, siga siendo uno d4 elos mayores críticos contra las vacunas, pese a haber bajado el tono de sus ataques para pasar el filtro del Senado en su nombramiento.

Aquellos cinco días y los posteriores cinco años han cambiado España y el mundo para siempre. La falta de auténtica información y de seguimiento de la pandemia por parte de las autoridades gubernamentales, con los medios de medición que poseen, hace que las mayores y más disparatadas teorías conspiranoicas se mantengan, sobre todo en ese universo infinito de las redes sociales. S

ociológicamente, dentro de las esferas del poder, ha sido el mayor experimento sobre comportamientos humanos de la historia. Con el miedo los ciudadanos aceptan, aceptamos, que se nos recortaran las libertades más básicas, a fuerza de machacar por los medios de comunicación que la única verdad era la oficial, que el resto era el peor de los negacionismos, y que el poder político, con sus “sabias” decisiones era la mejor de las garantías para el bienestar de los ciudadanos.

Al igual que ha ocurrido con la industria del petroleo y sus derivados, la energía verde y sus variantes, o ahora con la industria armamentística, los beneficios de esos sectores se disparan al mismo ritmo que crece la pobreza global de los ciudadanos y la incapacidad de articular respuestas sociales y fiscales ante las medidas que toman los responsables. Cada vez la brecha entre las poblaciones pobres y las minorías muy ricas se ensancha, con el colchón histórico de la clase media cada vez más delgado e inestable.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios