Ellas se abrazan y sonríen a las cámaras pero su alejamiento es total. Las vicepresidentas no se aguantan pero el presidente necesita a las dos. Seguirán así el resto de la Legislatura, trufado el choque laboral y fiscal con los problemas judiciales de Ábalos, Koldo, Begoña y García Ortiz. El mundo y Europa se convulsionan por el nuevo reparto del poder global, Francia toma una ventaja posicional - la que buscaba Sànchex - y España vuelve a perder en su posición en el mundo.
El auténtico problema de Pedro Sánchez, que le impide reformar su inestable Gobierno y desprenderse de las molestias que le causa su vicepresidenta segunda e
s la necesidad de mantener con vida y a su lado a esa otra izquierda que no para de bajar en apoyo social pero que le une a los radicales de Cataluña, Euskadi y Galicia.
Los votos que recibe y recibiría Sumar si Sánchez disolviera las Cortes y se celebraran elecciones, no pasarían al PSOE, se atomizarían o irían a una mayor abstención. Ese conocimiento mutuo envalentona a Yolanda Díaz y pone de los nervios a Maria Jesús Montero. Recuerda esa utilización de sus “ segundas” a la que realizó Mariano Rajoy con Dolores Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Los jefes actúan de forma parecida cuando de mantener su poder se trata.
En menos de una década los sueños de gloria de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz se han desvanecido.La izquierda radical que representan va camino de las mismas catacumbas en las que cayó el PCE en el año 1982, con la victoria por mayoría absoluta de Felipe González y casi la desaparición de la representación parlamentaria de los comunistas que habían encabezado, casi en solitario, la lucha contra el franquismo.
Cuando las grandes frases, las celebraciones exaltadas y las sonrisas fingidas confunden a los que presencian el espectáculo, es bueno recurrir a la frialdad de los números. Descubren la verdad y la dejan desnuda. En las elecciones “repetidas” de junio de 2016, tras la imposibilidad de Mariano Rajoy de conseguir sun investidura seis meses antes - diciembre de 2015 - la misma izquierda que se presentó reunida el pasado 23 de julio estuvo a punto de conseguir su sueño dorado: tener más votos y más escaños que el PSOE. Con Pablo Iglesias al frente y su unión con la Izquierda Unida de Alberto Garzón, más el resto de pequeñas formaciones desde Cataluña a Galicia, Unidas Podemos consiguió 71 diputados, por los 85 escaños de los socialistas, quienes a duras penas adelantaron a los “morados” en 356.308 votos en toda España.
Tocaron el cielo con las manos y a partir de ese momento el descenso. Con premio dos años más tarde con sus cinco puestos en el Consejo de Ministros, pero sin los votos y los escaños que habían conseguido en las últimas elecciones que ganó Mariano Rajoy con 137 escaños, exactamente los mismos que ha logrado hace unos días su paisano Alberto Núñez Feijóo. Eso en la derecha, pero sigamos con la izquierda y su sangría de apoyos a nivel nacional, una verdad que intentan esconder pero que basta con anotar unos simples números para descubrir el engaño.
En 2019, Unidas Podemos se quedaba en la mitad. La feminización del nombre no sirvió, a nivel parlamentario, para nada más. Perdió dos millones de votos y todos los sueños de cambiar la España constitucional que había organizado y dirigido la Transición democrática, la España del 78, que puede que esté moribunda pero que se resiste a morir, y desde luego no por los éxitos de lo que significó Podemos.
¿La culpa del desastre ?. En primer y destacado lugar Pablo Iglesias y su ruptura con el equipo que había fundado el partido y que se había marchado o había sido marginando en la toma de decisiones. El mejor de los ejemplos, Iñigo Errejón, el “ compañero de pupitre “ en la Facultad de Políticas. Mirando su complicado hoy en el juzgado; la otra gran responsable es Yolanda Díaz, que se ha comportado de forma muy parecida a Iglesias: todo el poder para la lideresa y todas las guillotinas necesarias para sus antiguos compañeros.
Si en 2019 el magma político que aglutinaba a esa izquierda más radical perdió dos millones de votos, cuatro años más tarde, ya bajo la marca de Sumar perdían 664.468 votos y siete escaños en el Congreso. Se ha suturado la femoral pero siguen perdiendo sangre política, y todo indica que las venas que llegan a su corazón y a su cerebro, que son ocho y de distinto grosor, no están muy dispuestas a dejar que las marginen cortando el brazo o amputando las piernas de sus dirigentes. Los cuatro escaños en se ha quedado Podemos quieren la independencia, y les seguirán los dos de Compromís y el uno de la Chunta, por no detallar más el inestable gigante de barro en el que se han convertido.
En estos nueve años, con cuatro elecciones generales, mientras el PSOE conseguía mantenerse con Pedro Sánchez al frente y mantenía sus 121 escaños y sus siete millones de votos, Sumar apenas pasaba los tres millones de votos y Yolanda Díaz tuvo que repartir el poder de los 31 escaños entre las ocho entidades políticas que lo conforman, sin que la estrategia verde y feministas aparezca con mucho mayor recorrido. La velocidad de las propuestas y de los objetivos a alcanzar depende y mucho del estado de las carreteras y del vehículo en el que se esté subido, escogiendo el símil del automovil para que tanto Ione Belarra como Irene Montero y la propia Yolanda Díaz comprendan que se han salido en la primera de las curvas y sus competidores están más acostumbrados a este tipo de carreras .