Pese al deterioro económico, Trump mantendrá su apuesta. Tras el ajuste de los mercados, lo hacen ahora los bancos centrales. La política de confrontación continuará. No son solo los mercados los que reaccionan, con distinto grado de ajuste, al cambio de las condiciones que se impone desde EE.UU. Las reuniones de los bancos centrales que están teniendo lugar estos días, tienen un patrón común: el entorno es ahora más incierto para el crecimiento y la amenaza inflacionista, aumenta.
En la mayor parte del mundo la percepción sobre la inflación ha cambiado, cuando no es directamente revisada al alza. Esto es todavía más acusado si consideramos las expectativas inflacionistas de los consumidores. También a través del descenso de su confianza se vislumbran las expectativas de menor crecimiento, tanto más cuanto mayor sea el peso del consumo en el crecimiento.
RECESIÓN Y ESTANFLACIÓN
Cuando empecemos a conocer en abril las estimaciones de crecimiento del PIB en el primer trimestre veremos cómo los índices de sorpresa económica que recogen la diferencia entre lo que los analistas esperan y lo que los datos arrojan, suben. Ocurrirá lo mismo con los datos de inflación, con la inversión, con las balanzas exteriores, … En la ecuación básica del PIB compuesta por consumo, inversión, gasto público y balanza exterior, solo el gasto público mantendrá su aportación sin cambios. Los términos recesión y estanflación vuelven a tener espacio destacado en los análisis.
¿Forzará esto un cambio en el gobierno norteamericano? La respuesta correcta es, no. Quizá, si entrásemos en una espiral muy negativa, pero todavía no estamos en eso. El deterioro tiene que ser mucho más evidente y aún es muy limitado. Que los mercados bursátiles retrocedan un 10% y que el dólar lo haga un 5%, no deja de ser un ajuste tras mucho tiempo de lo contrario, de modo que la creencia de la Administración Trump en que están haciendo lo correcto y que apenas han empezado, no va a descarrilar por esto.
EL GRAN NEGOCIADOR
Entre los optimistas, que todavía quedan, se argumenta que los aranceles apenas pueden restar unas décimas al crecimiento, pero incluso así admiten desconocer hasta dónde puede llegar esta política de acción y reacción y, aunque lo pretendan, resulta extremadamente difícil, y en todo caso poco fiable, estimar el impacto en el crecimiento y la inflación que supondrá el rediseño de las complejas cadenas de suministro del comercio mundial.
Europa y China incrementarán su estímulo fiscal, pero es ilusorio pensar que la economía mundial puede superar con daños moderados una crisis de nuevo cuño en el crecimiento y la inflación en EE.UU. motivada por el deseo de establecer un nuevo orden mundial en el que las leyes y los acuerdos ya no son un límite. Puede argumentarse que se trata meramente de la actuación de un “Gran Negociador” que amaga y no da, pero para los escépticos, la recomendación es que vayan a la fuente de donde se alimenta la mayor parte de la política MAGA, la Heritage Foundation, y entonces reconsideren hasta qué punto pueden llegar a ser verosímiles supuestos que hace muy poco era despreciados como propios de la teoría de la conspiración.
En cualquier caso, el poder de los bancos centrales, asidero de último recurso de los mercados, va camino de dejar de ser el que era, y si los teóricos trumpistas se equivocan y no logran que la economía se recupere hacia final de este año, no habrá fácil recurso al que acudir. En Europa, el BCE está acelerando, al tiempo que teme, el desarrollo del euro digital buscando, en palabras de su economista jefe, “controlar su destino monetario y financiero en el contexto de la creciente fragmentación geopolítica” algo que hoy, solo propone el dólar.