Lo que están haciendo Donald Trump y Xi Jianping, bajo la atenta mirada de Vladimir Putin, es disputarle el trono de la política y la economía mundial de este siglo. Vemos la muerte y la barbarie en las imágenes de Gaza y Ucrania, en los cadáveres que ocultan las Bolsa de plástico y en el paisaje destrozado de lo que antes fueron nñucleos urbanos y hogares donde las familias querían construir un hogar y un futuro para sus hijos. Es la guerra en su forma más brutal, más directa, más conmovedora, pero no la más importante.
Por debajo de los aranceles intercambiables está la inmensa deuda comercial que Estados Unidos tiene con China; y la necesidad de China de que Estados Unidos no hunda su necesario crecimiento económico por encima del siete por ciento anual. Trum y su equipo saben hasta dónde pueden llegar para evitar que el hasta ahora único Imperio global se derrumbe; y Xi y el suyo lo que deben hacer para que los más de ml millones de chinos no entren en un proceso de desmembración territorial si aparece una gigantesca crisis económica.
En ese escenario la triste realidad es que la Unión Europea cuenta poco, por más declaraciones que hagan sus dirigentes, por las culpas que le echen al que creen errático comportamiento del presidente norteamericano y por más armas que se pongan a fabricar como una salida a su propia y grave crisis industrial, social y financiera.
La pelea a garrotazos que pintó Goya, al igual que el conjunto de sus pnturas negras, era un adelanto de lo que iba a pasar en el mundo Occidental en apenas unos años: la desmembración territorial de las Monarquías, la aparición de otros agentes sociales, la corrupción de las élites políticas y económicas, el atraso en la educación de las grandes mayorías de la población presagiaban ese enfrentamiento personal, con la más primitiva de las armas, el garrote.
Es brutal lo que el supuesto civilizado siglo XXI nos coloca cada dia ante los ojos, la parte más cercana y que oculta las otras atricidades, las otras matanzas, las otras guerras que se suceden en Africa, en la parte más Occidental de Asia y en las calles y ciudades de la América hispana. Las bandas que integran los jóvenes de esos países, armadas con munición de guerra juegan el msmo papel que los grupos de mercenarios que combaten en Ucrania como Wagner o Azov. Viven para matar y morir, siempre con el dinero como recompensa y una mística que les haga creer que están defendiendo una verdad que nunca será la suya.
Ni Gaza, ni Cisjordania, ni la Palestina del siglo XX va a ser la que se pensó en 1948, en una Naciones Unidas que de nada sirven, que se muestra incapaz de conseguir la mínima paz necesaria para que no sigan muriendo miles de personas. En Ucrania pasa exactamente lo mismo, son dos realidades globales conectadas entre sí. A mayor violencia en una le corresponde mayor violencia en la otra. Culpar a Putin y a Rusia es lo mismo que culpar a Natanyahu y a Israel, no sirve para nada. Evita que los dirigentes eurpeosi se miren en su propio espejo y culpan a los demás de sus errores. De nada parece que han servido dos Guerras Mundiales , que de nada han servido lasdestrucción en los Balcanes, que de nada han servido las invasiones e intervenciones en Irak, en Siria, en Kuwait. El gran negocio de la guerra sirve para muchas cosas, la peor de todas: mantener el equilibrio geopolítico entre los que aspiran a seguir al frente del mundo.