Según la pedagoga Nora Rodríguez, el aprendizaje del colegio "debe reforzarse con el trabajo autónomo pero esto no funciona si el menor se pasa horas encerrado en la habitación: los padres deben de acompañar físicamente al menor"
¿Son realmente útiles los deberes para el aprendizaje o restan demasiado tiempo de juego y descanso a los menores? El debate entre quienes están a favor de ellos y quienes se posicionan en su contra ha pasado a formar parte ya del discurso político.
Según explica a Infosalus Nora Rodríguez, pedagoga y autora de 'Neuroeducación para padres' (Ediciones B, 2016), los conceptos teóricos se entienden en el colegio pero para que vayan a la memoria a largo plazo se tiene que hacer un trabajo a largo plazo también en los colegios que necesitan desarrollar estrategias para aplicar lo que aprenden los niños a la realidad. Pero cuidado con los deberes en casa, hay que realizarlos en un ambiente personal enriquecido social y físicamente.
"Niños y adolescentes deberían saber cómo funciona su cerebro. El cerebro está preparado para aprender y para la supervivencia pero para ello los niños tienen que tener seguridad y debemos ser conscientes de que ellos están aprendiendo todo el tiempo", comenta Rodríguez.
En la enseñanza actual, algunos centros han incluido en el día a día el trabajo por proyectos que enlaza asignaturas alrededor de diversas temáticas, pero no se tiene en cuenta que el cerebro aprende mejor si se trabaja desde un currículum integrado.
Se busca que el niño tenga un aprendizaje activo: resuelva problemas, busque soluciones y tome decisiones en grupo, pero hay que conocer qué pasa en el cerebro durante el proceso.
"En casa todo ello debe reforzarse con el trabajo autónomo pero esto no funciona si el menor se pasa horas encerrado en la habitación: los padres deben de acompañar físicamente al menor. El cuerpo y las hormonas participan del aprendizaje al igual que los neurotransmisores que producen felicidad", comenta Rodríguez, embarcada en un novedoso proyecto para sacar la violencia de las aulas y desarrollar las competencias emocionales en los menores denominado 'Happy Schools Institute', donde se pone el foco en el aspecto social del cerebro. Se busca que los alumnos aprendan a conectar positivamente con los demás, lo que funciona como motor para los aprendizajes académicos.
Es fundamental que los padres no hablen al niño en contra del colegio, el debate sobre si deberes sí o deberes no genera un conflicto que lleva a que los niños pierdan interés por el estudio. En los adolescentes esto es un tema especialmente sensible y hay que tener más cuidado porque les llega información de las redes sociales y muchos se preguntan '¿Para qué estudiar?'
"Si dices que el cerebro debe ir aprendiendo poco a poco y se lo explicas a un niño o a un adolescente, que el cerebro es flexible y que se aprende de una forma a los 9 y de distinta manera a los 14, los chicos lo entienden y confían que pueden aprender. Explicar esto activa la 'mentalidad de crecimiento'", comenta Rodríguez.
APRENDER CON AYUDA DE LAS NEUROCIENCIAS
Buscamos un alto nivel académico para los niños pero a la vez necesitamos que tengan un perfil de alta adaptabilidad. Cada niño tiene una manera de aprender, los padres se dejan guiar por los colegios pero pueden reducir la capacidad de aprender de
sus hijos o ampliarla si ponen en práctica los conocimientos sobre las Neurociencias de los que disponemos.
Para la pedagoga, sin embargo, en las familias no se está trabajando para el modelo de niño que se desea y apunta algunas prácticas que podrían ser útiles a padres y educadores para sacar el máximo partido del potencial infantil:
- Actividad física para potenciar la atención: "Hay que poner en marcha iniciativas como fijar en los colegios la actividad física a primera hora de la mañana, lo que proporcionaría a los chicos todo lo que necesitan físicamente para estar atentos el resto
del día. También hay que tener en cuenta en el entorno educativo que la capacidad de atención varía con la edad y que dura muy poco o trabajar el aprendizaje en grupo resolviendo problemas", acentúa Rodríguez.
- Juegos cognitivos que refuerzan el aprendizaje y los vínculos sociales: los niños aprenden con el juego de 'Soy profesor', yo lo he aprendido y te lo explico a ti, de esta forma reorganizan conceptos y el aprendizaje se da en todos los que participan en el juego. Los líderes de grupo cognitivos son los que repiten los conocimientos, toman notas y explican a los otros y todo ello se puede también hacer en casa y si incorporamos el movimiento mucho mejor.
- Ambientes enriquecidos en casa para promover el aprendizaje: un niño solo, encerrado en una habitación está en un ambiente empobrecido para el cerebro. En esta cultura de la competitividad en la que nos vemos inmersos en la que nos han dicho que
los niños deben hacerlo todo solos no parece tenerse en cuenta que los niños son seres sociales y que se aprende en sociedad.
- Aprendizajes ajustados a la evolución cerebral individual: si introducimos aprendizajes como el de la lecto-escritura cuando los menores aún no están preparados, algo que sucede hacia los 6 años, se puede dañar la autoestima del niño y esto es suficiente para que el aprendizaje no se produzca. El niño dañado emocionalmente va a aprender peor, cuanto más se fuerza el estudio o el deber a través de castigos más se daña al cerebro para el aprendizaje.
- Combinar deber y diversión: cada niño tiene su punto fuerte, puede ser de gran utilidad que estén unos minutos haciendo aquello que más les gusta antes de ponerse a estudiar, esto puede proporcionarles el empuje necesario para hacer los deberes.
Según señala la autora, esta es una sociedad veloz y cambiante y estamos obligados a dar a nuestros hijos medios enriquecidos para sacar todo su potencial y contrarrestar la gran tendencia al narcisismo que se presenta en niños de entre 8 y 11 años derivado en gran parte a la falta de un contacto social suficiente entre los niños. Lo social debe prevalecer en primer lugar para que con el instinto gregario funcione lo académico.