"Por eso, es aconsejable aumentar el consumo diario de cereales integrales, incluidos dentro del patrón alimentario mediterráneo", ha comentado el doctor del área de Nutrición de esta sociedad, Jesús Moreno. Si bien, tal y como ha apostillado el también miembro de dicha área de la SEEN, Francisco Botella, la ingesta de este tipo de alimentos en España sigue siendo "anecdótica".
De hecho, el gasto medio familiar en estos productos no llega a una décima parte de lo empleado en alimentos refinados, siendo las principales causas del bajo consumo que los productos integrales culturalmente se asocian a peores características organolépticas (aspecto, olor, textura y sabor) que los refinados, en ocasiones por la oxidación (enranciamiento) de la grasa, y que tienen un mayor precio.
ERRORES CONCEPTUALES DE LOS ALIMENTOS INTEGRALES
Y es que, tal y como han alertado, los alimentos integrales se asocian tradicionalmente a errores conceptuales como, por ejemplo, que "integral no es light", que integral "no es todo" lo que tiene un color marrón, que no es bio o ecológico y que "integral no es con, o sin, gluten".
Ante esto, los expertos han recordado que las harinas resultantes de moler los granos completos de los cereales son las denominadas integrales, frente a las harinas refinadas que no llevan salvado ni germen. Y es que, las harinas integrales y las refinadas tienen un aporte energético similar por que el contenido en carbohidratos y proteínas es prácticamente el mismo, aunque la harina integral contiene más grasa (aunque cuantitativamente poca), fibra (4 veces más), vitaminas y minerales que la refinada.
"No todos los alimentos integrales tienen la misma cantidad de fibra, ya que depende del porcentaje de grano que se utilice. Una harina con un grado de extracción del 80 por ciento quiere decir que para hacer esa harina se utiliza el 80 por ciento del peso del grano y el 20 por ciento restante se elimina como salvado", ha zanjado Moreno.