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Ni Mazón por su gestión nante la dana con 224 muertos, ni Abalos por sus negocietes. ni Sánchez por los negocios de su mujer, ni Ayuso por cómo administró el asunto del covid en las residencias para mayores, no Puigdemont por sus chantajes a La Moncloa, ni Yolanda Díaz por comulgar con las ruedas de molino que le sirve su socio de gobierno. Y así la lista se podría hacer tan larga como se quisiera.
Con estas tres palabras calificaba Pedro Sánchez la ruptura por parte de Israel de la tregua que se había pactado con Hamás en Gaza. Ni una alusión a lo que realmente está haciendo el gobierno de Netanyahu con los palestinos y que ha llevado a algún país a acusar a Israel de cometer crímenes contra la humanidad y de practicar el genocidio como arma de guerra.
Hace ya tiempo que el famoso Gobierno Progresista que conformaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se convirtió en un simple gabinete del PSOE, prácticamente desde que el líder morado comprendió que no pintaba nada como vicepresidente de un Consejo de Ministros que aprobaba el envío de armas a Ucrania o que rechazaba una reforma fiscal para que los ricos pagasen más que los trabajadores.
A medida que nos aproximamos al mediodía de la actual legislatura que comenzó el julio de 2023 los nervios de los políticos comienzan a aflorar aunque queden teóricamente dos años para su consumación. El caso es más complejo, teóricamente, en el PSOE que en PP donde, por ahora, nadie pone en duda a Feijóo como próximo candidato. Sánchez no querría presentarse a una tercera reelección, pero a lo mejor no tiene más remedio
A medida que pase el tiempo vemos como en La Moncloa y en Waterloo se instalan cada vez más dos realidades virtuales diferentes que tanto Sánchez como Puigdemont intentan vender a sus respectivos partidarios como hacen los equipos de futbol con sus forofos. No han encontrado otra manera de entenderse. En cada acuerdo entre los dos políticos hay ya dos mundos y dos realidades diferentes, pero no les importa creen que sus votantes prefieren eso a que rompan de verdad.
La jueza de Catarroja, Núria Ruiz, solo ha encontrado dos imputados que llevarse al banquillo de los acusados tras analizar las diversas querellas interpuestas por sindicatos y asociaciones de damnificados. Se trata de un primer capítulo del largo viaje que espera a la Justicia para analizar, demostrar y culpar a los presuntos responsables de la tragedia que acabó con 225 vidas, gran parte de las cuales se podrían haber evitado probablemente. Carlos Mazón se libra por ahora ya que la jueza tendría que enviar el caso al Supremo por su condición de aforado.
Los votantes del PSOE y del PP hace tiempo que se han convertido en forofos de sus respectivos partidos, algo parecido a lo que ocurre en los partidos del Barça y el Madrid donde domina más el amor al escudo y a la camiseta que la razón. El líder del PP, Feijóo se ha metido en una estrategia falsa, quiere ganar un centro político que ya no existe en España y que va a ser muy difícil de recuperar ya que los ciudadanos que están dispuestos a seguir votando, pase lo que pase, no atienden a más razones que las de su partido.
El éxito del chantaje de Trump al presidente colombiano Petro: “Si no aceptas a los inmigrantes que te mando te subiré los aranceles” es un indicio claro de por donde van a ir los tiros –nunca mejor dicho- de la nueva era norteamericana que afectará no solo al patio de Estados Unidos, el continente americano, sino a yodo el mundo incluida Europa y también España.
Todo comenzó cuando Yolanda Díaz decidió vetar la presencia de Irene Montero en las listas electorales de Sumar en julio de 2023. Aquello supuso la ruptura total de la nueva organización montada en torno a la ministra de Trabajo con el Podemos de Pablo iglesias. Fue un auténtica declaración de intenciones pero Yolanda no pudo acabar con Podemos que se quedó con cinco diputados y que en las próximas elecciones pretende batir a Sumar para recuperar el liderazgo de la izquierda.
Los votantes del PSOE y del PP hace tiempo que se han convertido en forofos de sus respectivos partidos, algo parecido a lo que ocurre en los partidos del Barça y el Madrid donde domina más el amor al escudo y a la camiseta que a la razón. El líder del PP, Feijóo se ha metido en una estrategia falsa, quiere ganar un centro político que ya no existe en España y que va a ser muy difícil de recuperar ya que los ciudadanos que están dispuestos a seguir votando, pase lo que pase, no atienden a más razones que las de su partido.
Como un camaleón político en esencia, Pedro Sánchez se prepara para hacer frente a los cambios que provocará la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. No será fácil, pero tiene ya la experiencia de haberlo tratado en la anterior legislatura y de haber soportado sus desaires. De todo se aprende.
Todo el mundo cree, incluido Núñez Feijóo, que Pedro Sánchez se irá de La Moncloa cuando él quiera y que dada la situación del Congreso nadie le puede echar, ni siquiera Puigdemont con sus regates en corto para que parezca que tiene en sus manos al gobierno socialista, pero su marcha no será tan tarde como algunos pronostican. Elegirá el primer momento de calma para intentar irse en las mejores condiciones para su persona. Otra cosa es lo que le pase al PSOE como ocurrió cuando se marcharon Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, que necesitó ocho años para recuperarse de la herencia envenenada.
En todo el asunto de la trama Koldo-Abalos ha quedado en el aire una de las interrogantes más sabrosas de lo que de verdad ocurrió entre Pedro Sánchez y su número dos hasta ese momento, José Luis Abalos, para que le echara del gobierno, en julio de 2021 después de haberle defendido a capa y espada tras la crisis de la llegada a Barajas de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez e19 enero de 2020, solo una semana después de que se formara el gobierno Sánchez - Pablo Iglesias.
El sainete que ha montado Pauidemont desde Waterloo amenazando con una moción de confianza a Pedro Sánchez no es más que un grito de reclamo del líder independentista al presidente de Gobierno para que le prometa algo, aunque sea mentira, mientras catalanes y españoles en general muestran su desapego por la política.
Como los gatos, Pablo Iglesias parece tener siete vidas y se prepara para resucitar por tercera vez en su breve pero intensa carrera política. Pedro Sánchez le conoce bien y le teme porque no sabe por donde va a salir aunque su contrincante tiene una línea roja que le bloquea: no puede alinearse –mucho menos aliarse- con el PP porque recuerda lo que le pasó a Anguita cuando inició sus famosas conversaciones con Aznar en 1995 para acabar con el gobierno de Felipe González.
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