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Los votantes del PSOE y del PP hace tiempo que se han convertido en forofos de sus respectivos partidos, algo parecido a lo que ocurre en los partidos del Barça y el Madrid donde domina más el amor al escudo y a la camiseta que a la razón. El líder del PP, Feijóo se ha metido en una estrategia falsa, quiere ganar un centro político que ya no existe en España y que va a ser muy difícil de recuperar ya que los ciudadanos que están dispuestos a seguir votando, pase lo que pase, no atienden a más razones que las de su partido.
Como un camaleón político en esencia, Pedro Sánchez se prepara para hacer frente a los cambios que provocará la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. No será fácil, pero tiene ya la experiencia de haberlo tratado en la anterior legislatura y de haber soportado sus desaires. De todo se aprende.
Todo el mundo cree, incluido Núñez Feijóo, que Pedro Sánchez se irá de La Moncloa cuando él quiera y que dada la situación del Congreso nadie le puede echar, ni siquiera Puigdemont con sus regates en corto para que parezca que tiene en sus manos al gobierno socialista, pero su marcha no será tan tarde como algunos pronostican. Elegirá el primer momento de calma para intentar irse en las mejores condiciones para su persona. Otra cosa es lo que le pase al PSOE como ocurrió cuando se marcharon Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, que necesitó ocho años para recuperarse de la herencia envenenada.
En todo el asunto de la trama Koldo-Abalos ha quedado en el aire una de las interrogantes más sabrosas de lo que de verdad ocurrió entre Pedro Sánchez y su número dos hasta ese momento, José Luis Abalos, para que le echara del gobierno, en julio de 2021 después de haberle defendido a capa y espada tras la crisis de la llegada a Barajas de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez e19 enero de 2020, solo una semana después de que se formara el gobierno Sánchez - Pablo Iglesias.
El sainete que ha montado Pauidemont desde Waterloo amenazando con una moción de confianza a Pedro Sánchez no es más que un grito de reclamo del líder independentista al presidente de Gobierno para que le prometa algo, aunque sea mentira, mientras catalanes y españoles en general muestran su desapego por la política.
Como los gatos, Pablo Iglesias parece tener siete vidas y se prepara para resucitar por tercera vez en su breve pero intensa carrera política. Pedro Sánchez le conoce bien y le teme porque no sabe por donde va a salir aunque su contrincante tiene una línea roja que le bloquea: no puede alinearse –mucho menos aliarse- con el PP porque recuerda lo que le pasó a Anguita cuando inició sus famosas conversaciones con Aznar en 1995 para acabar con el gobierno de Felipe González.
La derecha se queja de las “mentiras” de Pedro Sánchez, pero la realidad es que a quien más miente el presidente del gobierno es a sus socios como pueden atestiguar tanto el huido Pablo Iglesias que tuvo que abandonar la vicepresidencia porque no lograba nada con su presencia o como lo denuncian ahora los tres candidatos a dirigir Esquerra Republicana que “amenazan” con dejar de apoyar al líder socialista si sigue sin cumplir los pactos.
El “fantasma” del 15-M ha durado 13 años, lo que no está mal para un movimiento improvisado y en muchos casos deslavazado que alcanzó su punto más álgido con la creación de Podemos y su entrada en la política en las elecciones europeas de 2014 y en las generales del 20 de diciembre de 2015 cuando, junto a Ciudadanos, lograron romper el sistema bipartidista del PSOE y del PP.
Se avecina un nuevo curso político en el que Pedro Sánchez lo va a tener más difícil para mantenerse en La Moncloa. No solo por la espada de Damocles que Puigdemont le ha colocado sobre su cabeza, sino porque los años no pasan en balde y el presidente ya enfila su segunda legislatura que históricamente ha sido siempre más complicada para los todo los jefes de gobierno españoles.
Colocado una y otra vez en la encrucijada de si retirarse o seguir en la pelea, el presidente del Gobierno elige una y otra vez mantenerse como sea en el alambre en el que los resultados electorales han convertido a la política española desde que se rompió la fórmula del bipartidismo que hizo funcionar la rueda de la transición del franquismo durante 38 años, desde 1977 en que se hicieron las primeras elecciones post Franco hasta que en 2015 saltó por los aires el sistema.
Lo ocurrido en la primera vuelta de las elecciones francesas tiene varias lectura y los políticos de uno u otro bando las usarán como siempre para adjudicarse la victoria. Queda por saber lo que pasará en la segunda vuelta y qué posición van a tener tanto Macron como Mélenchon para impedir que salgan los candidatos de Le Pen. Hasta ese momento las espadas siguen en alto.
La deriva política española con el enfrentamiento histórico entre el PP y el PSOE se parece cada vez más al que maneja el mundo del fútbol en la disputa entre el Madrid y el Barça con todos sus componentes de socios, simpatizantes y hasta “hooligans” que harán, desearán y soñarán incluso con todo tipo de tretas, jugarretas y ataques en el campo y fuera de él, para conseguir que gane su equipo y, sobre todo, que pierda el contrario.
Desde que el 28 de abril de 2019 Pedro Sánchez fracasara en su intento de gobernar solo y que su nuevo fracaso el 10 de Noviembre del mismo año le obligara a aceptar el gobierno de coalición con Pablo Iglesias, su concepto de como gobernar un país lo cifra todo en clave electoral. No importa quien, ni qué ni con quién, siempre que le sirva para seguir en La Moncloa. Su única línea roja, por ahora, es la extrema derecha porque es el “lobo” que le permite paliar en última instancia su propia debilidad.
Como Sánchez ha convertido la política española en un cambio de cromos, tras los resultados de las elecciones catalanas no sería imposible que el órdago que le ha dirigido Puigdemont al inquilino de La Moncloa tuviera finalmente más éxito de lo que podría parecer. A los partidos independentistas les faltan nueve votos para poder hacerse con la Generalitat, que son casi los mismos (7) que Junts prestó al PSOE para poder hacer su gobierno actual.
Si atendemos únicamente al texto del discurso del presidente del Gobierno español, donde anunció que iba a seguir en La Moncloa, tendremos que colegir que tras los cinco días de retiro espiritual junto a su mujer, ambos han decidido sacrificarse en aras del poder y que, en definitiva, Begoña Gómez ha transmitido a su esposo que está dispuesta a aguantar, por ahora, todo lo que se le viene encima.
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