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En apenas siete años los sueños de gloria de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz se han desvanecido.La izquierda radical que representan va camino de las mismas catacumbas en las que cayó el PCE en el año 1982, con la victoria por mayoría absoluta de Felipe González y casi la desaparición de la representación parlamentaria de los comunistas que habían encabezado, casi en solitario, la lucha contra el franquismo.
Los dos grandes partidos del país han dejado muy claras sus intenciones tras los comicios del día 23 de julio: los socialistas se esfuerzan por hacer olvidar al gobierno de los últimos años, sobre todo en su vertiente más “podemita” a través del nuevo rostro de Yolanda Díaz, y que los ciudadanos que han ido a las urnas, y le han dado por una cómoda mayoría el triunfo el PP de Núñez Feijóo, piensen sólo en sus comunidades autónomas, sus ayuntamientos y hasta en sus calles. Para Pedro Sánchez su derrota, con 122 o 121 escaños, es un triunfo, lo mismo que le pasa a los integrantes de Sumar, Bildu, ERC y hasta el BNG. La suma total impide que la derecha gobierne. Hemos triunfado.
No se querían. Ninguno de los tres, pero Sánchez y Zapatero decidieron que ya era hora de terminar con el influjo de Felipe González en el PSOE y en España. Ausente de la campaña electoral el hombre que fundó el nuevo socialismo español hace 40 años, ya no representa a casi nadie en el futuro del Partido Socialista. Tampoco en la política de Estado y es difícil que mantenga alguna influencia en la vida económica y financiera más allá de sus servicios bien remunerados a Carlos Slim.
Los tiempos para comenzar la nueva Legislatura están claros: entre el 17 de agosto y el dos de septiembre la presidenta o el presidente del Congreso podrá fijar la sesión de investidura de Alberto Núñez Feojóo, el candidato más votado en las urnas y con más diputados en el Congreso. Salvo que ocurra alguna deserción o cambio drástico por parte de algunos de los grupos nacionalistas catalanes y vascos (por el primero de los pactos necesarios que debe hacer el presidente del Partido Popular con Santiago Abascal) será una tentativa fallida. El día y hora de esa sesión la fijará la Mesa del Congreso.
Ni el PP con apoyo de Vox y de Coalición Canaria y de Unión del Pueblo Navarro tiene los 176 escaños que necesita para lograr la investidura de Núñez Feijóo; ni el PSOE con los apoyos de Sumar, de ERC, de Bildu, del PNV y del BNG puede lograr la suya. Lo que ocurrió en mayo en las elecciones autonómicas y municipales no ha vuelto a pasar en julio con las generales. El Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo quería mantener de azul el mapa de España, que era rojo hace cuatro años.
Aquel segundo gallego que se convirtió en dueño y señor de la derecha española durante quince años y ha vuelto a la sombra del tercer gallego usaba camisa blanca, pantalón corto y paso rápido para llegar desde Ribadumia al monasterio cisterciense de Armenteira.
Acorralado electoralmente por los escándalos el gobierno de Felipe González se sentía perdedor de las elecciones de 1996, que terminó perdiendo. Los sondeos les daban una diferencia respecto al PP de José María Aznar muy abultada, muy parecida la de ahora, de diez a doce puntos en su contra. Necesitaban algo duro, tremendo y a los asesores de las campaña, con el entonces secretario de organización al frente, se les ocurrió sacar al dóberman a pasear.
La trilogía de “Regreso al futuro” la rodó Robert Zemeckis en cinco años, es el mismo periodo de tiempo que llevan Pedro Sánchez y el PSOE de la cohabitación con Unidas Podemos en el poder tras habérselo arrebatado a Mariano Rajoy y al PP. Encajaba mejor Pablo Casado en el papel del adolescente Marty McFly pero la ficción trasladada a la realidad política cambió al protagonista. Hoy, Alberto Núñez Feijóo quiere llevar a su partido al mismo punto en el que perdió el poder.
El presidente del PP y candidato a presidente del Gobierno mencionó en el debate de Antena 3 frente a su contrincante, Pedro Sánchez. Una palabra a la que llenó de énfasis: España. No fue más lejos en su visión de esa realidad histórica pero me sonó como si estuviera resucitando una de las épocas más negras ( y ha habido muchas) de la historia de nuestro país. Esa España de Feijóo espero que no sea la que en 1932, siendo residente de las JONS y antes d fundirse con la Falange de José Antonio Primo de Rivera, escribió Onésimo Redondo en su revista tras pasar unos meses en la Alemania de los años 30: España era y debía ser “ Una, Grande y Libre”, cuatro años más tarde escogió el camino contrario, como casi siempre ha hecho de la mano de sus dirigentes. Por eso, recordar un poco de historia, no viene mal a una semana de ir a las urnas y con el que parece que será “papel obligado de Felipe VI “ para evitar repeticiones electorales.
Durante 44 años de elecciones generales y constitucionales siempre ha gobernado en España el partido político que ha ganado en votos y en escaños en las urnas. Pasó con Adolfo Suárez y la UCD en 1979, con sus 168 diputados gracias a los apoyos de las minorías catalana y vasca. Ocurrió con Felipe González en 1982, en 1986 y 1989 con sus mayorías absolutas y en 1993, con 159 escaños, gracias a los votos parlamentarios de la CiU que dirigían Jordi Pujol y Josep Antoni Duran Lleida. Se mantuvo esa característica con José María Aznar en 1996 con los 156 diputados del PP y gracias, de nuevo, por la ayuda de los nacionalistas catalanes y pese a los 141 escaños logrados por el PSOE y la larga negociación de dos meses hasta pactar la investidura, con intervención y mediación del Rey Juan Carlos.
El presidente del Gobierno y el actual líder de la oposición quieren que este país sea bicolor y no lo es. Quisieron, sobre todo Núñez Feijóo, que acordasen ir contra la propia Constitución, contra la Ley Electoral y contra la existencia del Congreso y del Senado. Planteó un acuerdo a firmar por dos cuando en Las Cortes hay más de diez grupos políticos con representación otorgada por las urnas, desde el PSOE y el PP a Teruel existe, Coalición Canaria, BNG, la CUP, el PRC…sin contar con los dieciséis grupos que se engloban bajo la marca de Sumar. El candidato popular usó esa argucia para distanciarse de Vox y el candidato del PSOE sólo recurrió al ejemplo de Extremadura.
Es importante el resultado de las elecciones españolas del 23 de julio. A nivel nacional y por el reparto del poder dentro y fuera de los partidos y del propio sistema financiero y económico, pero nada más. El corsé que nos impuso la Comisión europea junto a los otros dos del BCE y del FMI no permiten grandes cambios. Gane quien gane y gobierne quien gobierne. Las visitas del presidente lituano. Gitanas Nauseda a Sánchez, de Stoltenberg a Macron y de Biden a Carlos III, puede que estén agitando las grandes campanas de una gran guerra desde el Báltico.
Lo era con Pablo Iglesias y lo es ahora con Yolanda Díaz. Un segundo con estudios y controlada ambición que terminará unido al futuro PSOE que saldrá de las elecciones generales, ya sea con Pedro Sánchez victorioso o con su sustituto si fracasa. Iñigo Errejón estará allí, a la espera.
Cinco años más tarde del golpe de estado constitucional que representó la moción de censura, España es más de derechas y más inestable desde todos los puntos de vista. Una herencia mala que va a recibir el candidato que gane o sume la mayoría absoluta. Sólo pueden ser dos y el perdedor será pasto de las llamas que se extenderán por su propio partido. A Savonarola, los Medici le mataron antes de ponerle en la hoguera para escarmiento de sus enemigos. Un acto de piedad que no tuvo la Inquisición española. Una advertencia de la Historia para nuestros ambiciosos líderes.
Ni a Pedro Sánchez le gusta Yolanda Díaz - de la misma forma que no le gustaba Pablo Iglesias - ni a Alberto Núñez Feijóo le gusta Santiago Abascal. A ninguno de los cuatro les gustaba Alberto Ruvera y menos aún Inés Arrimadas. Desaparecido Ciudadanos y con las “tribus” independentistas como último recurso - sobre todo en el caso de Sumar - para formar las mayorías necesarias que llevan al Gobierno, en esta partida del hispano mús en que se ha convertido la campaña de las elecciones generales del 23 de julio, Sánchez y Feijóo no tiene más remedio que aceptar la incomodidad de esos dos compañeros de viaje mientras intentan transformar la partida de cartas, con sus señas y trucos, en una fina individual de Gran Slam de tenis.
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