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Sólo el interés personal y la falta de un auténtico proyecto para el futuro de España explican las posturas de socialistas como Emiliano García Page o Felipe González ( que abrió la primera de las brechas para la reforma constitucional) ante los pactos de Pedro Sánchez con Pere Aragonés de cara a la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. Es tan oportunista e interesado como lo han sido todos los pactos desde hace 40 años. Se busca el desgaste del adversario por encima de cualquier otra consideración.
Lunes 29 de julio de 2024, el juez Juan Carlos Peinado, ya convertido de forma política y oficial en el mayor enemigo del presidente del Gobierno, del Gobierno, del PSOE más oficial y hasta de los socios que le votaron en la investidura y le mantienen en el poder, volverá a tomar declaración a los ahora imputados, el empresario y alma del master en la Universidad Complutense , Juan Carlos Barrabés (ésta tendrá que esperar dada su situación médica) y al rector de la misma, Joaquín Goyache. Y como testigos, por ahora, el vice rector Juan. Arcos Doadrio, el Ejecutivo del grupo Barrabés, Luís Miguel Ciprés, el instructor de esquí, Félix Jordán de Urries y el presidente del Instituto de Empresa y marqués, Diego del Alcazar. Puede que salgan como entraron y sigan como testigos o que alguno cambie su situación procesal por la de investigado.
El abogado de Begoña Gómez lleva perdidas hasta ahora todas las batallas juridicas que ha planteado al juez Juan Carlos Peinado. En ese largo camino procesal en el que se ha metido o le han metido a la esposa del presidente del Gobierno, el instructor nunca retrocede. Paso a paso no deja escrito sin contestar, ni argumento de la defensa sin rebatir. Es Incansable. El martes se presentará en el palacio de La Moncloa para preguntarle a Pedro Sánchez, como testigo, sobre su mujer, sobre las visitas del empresario Juan Carlos Barrabes y sobre todo lo que a su entender merezca la pena.
Por fín, con cinco años y medio de retraso llega el único acuerdo o pacto de Estado entre el PSOE y el PP, la renovación del Consejo General del Poder Judicial, el máximo órgano del gobierno de los jueces y que encierra gran parte de los problemas que se han sucedido a lo largo de ese periodo entre la Judicaturaby el Gobierno de Pedro Sánchez. Habrá en unos días nuevo CGPJ, con nuevo presidente y nueva presidencia también en el Tribunal Supremo. El acuerdo político no elimina, ni disminuye la guerra total entre Pedro Sánchez y su equipo y Alberto Núñez Feijóo y el suyo.
El juez Peinado es tan resistente como el presidente Sánchez. Cada uno tiene su propio Manual de supervivencia Y sus propios métodos para llevarlo adelante. Hasta ahora el magistrado va ganando por más vueltas y declaraciones que efectuen los ministros y dirigentes del PSOE, que no son todos y cada vez aparecen menos. Ese es otro de los problemas que tiene que resolver el líder de los socialistas y que le colocan en una situación de desvebtaja respecto al juez, que camina en solitario.
El presidente del Partido Popular y lider de la oposición, vencedor en las urnas en laas últimas elecciones generales y con un muy notable poder en las Autonomias y grandes Ayuntamientos, está obligado a presentar una moción de censura contra el presidente del,Gobierno. Si Alberto Núñez Feijóo no lo hiciera perdería una ocasión de oro para retratar a Pedro Sánchez. Puede que la pierda por las unión de todos los grupos que respaldaron la investidura del líder del PSOE pero ganará credibilidad en la sociedad española.
Ya lo sabía. Era imposible seguir en La Casa Blanca y menos aún ser el candidato demócrata. Ganó las primarias de su partido pero tras el debate televisivo frente a Trump su propia familia y sus mitos le hicieron comprender que su larga cerera de cinco décadas dedicado a la política se había terminado. Tocaba negociar la salida de la form más honrosa posible y con menos riesgos en el futuro. Para él y para su hijo. Eso explica su insistencia en seguir. El anuncio de su adiós es el certificado de su último éxito. Tranquilidad familiar al completo.
Al líder de Vox puede que no le entiendan muchos de los suyos, sobre todo los que han probado el dulce placer de los sillones del poder. Cuesta trabajo abandonar una consejería autonómica, el coche oficial, la secretaria, el manejo de cientos o miles de millones. Cuesta trabajo regresar al duro oficio de la oposición total. Y todo por un futuro imprevisible que es el que lleva a Santiago Abascal a alejarse de los pactos de gobierno con el PP y afrontar la las diferentes Legislaturas convertido en el referente de la oposición a la oposición. Un Llanero Solitario que espera su premio dentro de tres años.
Asistimos de nuevo a un proceso de desgaste institucional y de enfrentamiento entre el mundo judicial y el mundo político que parece no tener fin. Echar la vista atrás, a lo que sucedía en el inicio del año 2013, con un Partido Popular de Mariano Rajoy poderoso y un Partido Socialista de muy debilitado. Sin la presencia de las formaciones que surgirían después como Podemos y Vox. Sin los “chantajes” hacia el poder central por parte de las minorías catalanas y vascas, el Poder Judicial en su conjunto, al margen de simpatías o antipatías ideológicas, reclamaba a los políticos más medios humanos y legales para hacer frente a la corrupción.
Gritó toda España en la noche del domingo, en las casas , en las plazas, en los bares. La selección nacional de futbol acababa de ganar a Inglaterra en Berlín la final de la Eurocopa. El Rey Felipe se levantó gritando de su asiento mientras que su primo dinástico, Guillermo, el Príncipe de Gales, se resignaba a lo inevitable. Era el minuto 86 del partido y salvo un nuevo milagro, como los que le habían permitido a la selección de los “Tres leones” llegar a la final , la ansiada copa viajaría a España. Estuvo a punto de producirse ese milagro y la cabeza de Del Olmo evitó un empate que hubiera llevado a los 22 jugadores a la incierta prórroga.
Una enorme bandera norteamericana ondea al viento mientras seis agentes secretos se llevan a Donald Trump del estrado en el que una bala le ha rozado la oreja derecha. Su cara está manchada de sangre. Levanta el puño y grita: “luchad, luchad”.
Eran inevitables. Las rupturas políticas dentro de la izquierda global y de la derecha global, esas que abarcan desde el PSOE al anarquismo verde y desde el PP a la defensa radical de la identidad cristiana de Europa, estaban en el calendario electoral. Surgieron de los pactos “familiares” para conseguir y repartirse el poder, tanto del Estado como de las Autonomías y Ayuntamientos, y llevaban en su interior la lucha por la supervivencia.
Hablemos de Francia: el auténtico vencedor de las elecciones es Macron. Salva a su partido. Utiliza a la izquierda. Impide que gane la derecha dura. Obliga a votar a los abstencionistas. Y consigue que la inmigración de doble nacionalidad vote contra el miedo.
Habrá investidura de Salvador Illa en un mes o se repetirán elecciones en Cataluña. A ninguno de los partidos les interesa. Ni a los nacionalistas, ni a los españolistas, ni a los grandes, ni a los pequeños, digan lo que digan sus dirigentes. El candidato del PSOE y exministro es la menos mala de las soluciones al eterno enredo catalán. Un problema que apenas es un pequeño obstáculo en un mundo que este mes de julio - y hasta noviembre - va a vivir cambios al frente de los gobiernos de Gran Bretaña y de Francia; que va a ver cómo los 32 países que integran la OTAN se reúnen en Washington para aprobar más envíos de armas a Ucrania y Gaza; y que terminarán en noviembre con la elecciones norteamericanas.
El presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo y el presidente del Tribunal Constitucional primero fueron fiscales y luego jueces. Manuel Marchena es diez años más joven que Cándido Conde-Pumpido pero tendrá que dejar su puesto en el próximo septiembre mientras que su “adversario” tiene otros dos años por delante al frente del máximo órgano judicial encargado de velar por el cumplimiento de la Constitución. Uno y otro se han ganado su fama jurídica por méritos propios y su fama social por el empeño de los dos grandes partidos, que intentan utilizarlos en la lucha política interpretando cada una de sus decisiones de la forma que mejor encaja a sus intereses electorales.
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